A Alfredo P. Alencart y a Alfonso
Ortega Carmona, mis amigos, que me introdujeron en el conocimiento y la amistad
de Don Gastón.
Quisiera ser mañana entre tus calles
una sombra cualquiera, un objeto, una
estrella.
(Gastón Baquero. Testamento del pez)
Cuando volví te encontré renacida y joven,
eras mi ciudad.
Yo te había hecho lejana por tantos tiempos y
suspiros
y tenía otro mundo en mis pupilas.
Han vuelto los fantasmas
que quedaron colgados de los garfios
que sostenían las farolas
clavados en las piedras de mi olvido
y volví a amarte, ciudad.
Tú, la del corazón adolescente en la garganta
La niebla cubría tus rubores y los míos
y al levantarse pesadamente me dejaba ver las
cúpulas
y escuchar el rojo grito de algunos
arcángeles.
Te amo, ciudad,
y me he puesto a beber por los rincones los amores abandonados,
a cobijarme bajo el manto abierto de tus
muros.
Camino lento por tus calles sabias
porque me miran los ojos vivos de tu alma
y mi alma se abre a la luz lenta de tus ruas.
Te amo, ciudad.
Por tantos papeles en mi mesa
y tantas llamadas amorosas que me despiertan tan
temprano
y los mensajes desde los cielos.
Agarrado a las manos y los besos que encontré
en el autobús,
y han traspasado las ausencias.
Estoy echando el ancla en el pasado efímero
mirando por los resquicios de mi propio
misterio.
Déjame, ciudad, quedarme en tu regazo
y confesaré que he vivido y he amado.
Prólogo de Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca al libro de Luis Frayle Delgado “Aproximación a la poesía de Gastón Baquero” (Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca, 2001):
Larga serenata salmantina (Baquero por Luis Frayle)
Alencart, Frayle y Borrego, en Antología Cubana